El pasado 19 de junio, por fin, tu deseo de ser publicado, leído se cumplió. Jorge Avalos, a solicitud de tu hermano editó tu trabajo y acá está el resultado:
https://lazebra.net/2020/06/19/tomas-andreu-el-disfraz-de-los-impulsos-ebook/
leerte de nuevo me costó de nuevo lágrimas, como hubiese querido que estuvieras acá.
Un abrazo a tu existencia Tomás.
martes, 30 de junio de 2020
jueves, 21 de mayo de 2020
hace un año
No he venido por aquí por varias razones:
1. comencé a estudiar de nuevo: psicología
2. Estoy de cabeza con la escuela de danza que tenemos con mi hija, y la pedagogía absorbe.
3. Hice un curso de bioneuroemoción y llevé mi duelo por ahí
el mundo ha cambiado y ahora entiendo porque te bajaste antes. Tiempos poco democráticos y vivir una pandemia...naaaa ¿para qué quedarse?
Chico Campos
jueves, 19 de septiembre de 2019
Jara
Joan Jara: “Lo que hicieron en mi vida no tiene reparación…”
OMÁS ANDRÉU / ELIZABETH NEIRA* – Joan Jara estaba despierta la madrugada del 16 de septiembre de 1973. Esperaba el regreso de su esposo, que nunca sucedió. Eran las dos de la mañana del día domingo cuando ocurrió dentro de ella un estallido que aterrorizó toda su existencia. “Estaba acostada, pero no dormida. Me llegó la convicción de que Víctor [Jara] estaba muerto. Me senté en la oscuridad. Había un vacío terrible”. La sensación de la bailarina británica era acertada: Víctor Jara, el cantautor y director de teatro chileno, había muerto en manos del régimen militar (de 1973 a 1990) de Augusto Pinochet.
La viuda del artista nació en Inglaterra en 1927. En Europa creció como Joan Alison Turner. En Latinoamérica es Joan Jara. Ella creó la Fundación Víctor Jara. Es bailarina y gestora cultural. Desde el asesinato de su esposo tiene como única misión “perpetuar la memoria de Víctor y lo que significa su obra y sus valores”. Por eso regresó a Chile “en plena dictadura militar en 1984″ porque “tenía que sacar a Víctor de la clandestinidad”.
En el siglo XXI, la vida y obra del cantautor chileno siguen conmoviendo al mundo. Sus discos emblemáticos como “Pongo en tus manos abiertas…”, “Canto libre”, “El derecho de vivir en paz”, “La población” y “Canto por travesura” todavía son escuchados por el mundo. Artistas de todas las disciplinas le han rendido culto. Solo desde el ámbito musical, las ofrendas van desde dedicar conciertos (como lo hizo en 2012 Roger Waters, de Pink Floyd, en Chile) hasta crear canciones en memoria del artista (como lo hizo U2 en “One tree hill”, del álbum “The Joshua tree”) o ser mencionado y reivindicado en composiciones (como “Washington bullets”, de The Clash, donde aparece la petición “Please, remember Víctor Jara”).
Víctor Jara nació en 1932. Este día 28 de septiembre habría cumplido 81 años.
Han pasado 40 años desde la muerte de Víctor Jara. Él se ha convertido en una figura mundial. Su música y persona son homenajeados por artistas de todo el mundo: Bruce Springting, Roger Waters (Pink Floyd), Silvio Rodríguez, U2, Pedro Aznar, Rage Against the Machine, The Clash, Los Fabulosos Cadillacs. ¿Qué siente usted con toda esta devoción?
—Cuando yo salí de Chile en el año 1973, me cambié el nombre, usé mi nombre de matrimonio en vez de mi nombre británico, porque salí con una misión: perpetuar la memoria de Víctor y lo que significa su obra y sus valores. Entonces, en todo este proceso de 40 años se cortó mi vida [pero] comenzó otra vida al servicio de la memoria —no solo de Víctor, sino de todo lo que representa él [en la historia de Chile]—. Esto es un proceso que ha ido creciendo. A mi edad —y después de 40 años de los hechos— podría decir que mi tarea esencial está cumplida, porque si bien se recuerda la muerte de Víctor Jara, también se recuerda su obra, los valores inherentes a su creación, el contenido de su universo. Desde hace mucho tiempo los artistas —en español o en otros idiomas— recrean sus canciones. Ha sido todo un proceso en el que Víctor se ha elevado como un símbolo de las violaciones a los derechos humanos en el mundo.
También se ha erigido como símbolo de dignidad…
—Sí, eso fue justamente lo que pretendí cuando regresé a Chile en plena dictadura militar en el año 1984. [Tenía que] sacar a Víctor de la “clandestinidad” en que se encontraba. En Chile era un símbolo de la resistencia a la dictadura, pero mi propósito aquí fue que las generaciones jóvenes conocieran su obra en toda su dimensión: como artista, hombre, director de teatro, folclorista.
Cuando usted saca de Chile clandestinamente la obra de Víctor, ¿hubo algo que se extravió, algo que no haya podido recuperar?
—Creo que no. Sé de una sola canción que se extravió, pero se trataba de una regrabación de “El arado”. Debo decir que fue gracias a la solidaridad internacional que rápidamente se sacó de Chile todo el material. Especialmente la embajada sueca que sacó [la obra de Víctor Jara] y me la entregó a mí en Inglaterra.
A 40 años del golpe militar, desde su opinión, ¿por qué cree que los militares se ensañaron con Víctor y le dieron una muerte tan horrenda?
—Víctor era representante del pueblo chileno. Un representante para ellos muy notorio y desafiante. Ahí hubo un tema de clase, además de político. Un deseo de humillar a Víctor, de amedrentar, porque era un representante destacado del pueblo que además no era arribista sino orgulloso de su pertenencia al pueblo. Además, era una figura que les provocaba mucha contradicción porque era respetado y alabado en todos los círculos culturales del “establishment”. El mismo diario El Mercurio lo elogiaba como director teatral, como artista.
¿Era desafiante porque no aspiraba a ser como los de la clase que lo alababa sino que defendía su identidad…?
—Claro, lo peor para ellos es que Víctor no era arribista, no les halagaba, no se subyugaba. Él decía, “yo soy del pueblo y lo que me importa es el pueblo chileno. O mi clase. Yo vengo de esta clase, de los más pobres y canto por ellos y para ellos”. Él no trató de cambiar de clase social. Tampoco vivía mal. Él decía que no necesitaba estar sucio y rotoso para hablar del pueblo, que los que necesitaban ir a vivir a una población para hablar del pueblo eran los hijos de la burguesía.
Usted ha sido testigo del desarrollo de la izquierda en Chile y de los movimientos sociales en estos 40 años. ¿Cuál es su opinión?
—La verdad es que para mí ha sido decepcionante. Súper decepcionante. Con demasiado miedo. Pero yo celebro el movimiento de los estudiantes, la gente joven. Ellos ya no se dejan engañar, no tienen miedo.
¿Qué le diría usted a los políticos…?
—Nada… (Silencio) Yo he sido fiel a lo que pienso. Tal vez yo sea individualista en ese sentido. Pero he tratado de entregar el pensamiento, los valores, la obra de Víctor y agradezco la cooperación de todas las personas que han apoyado a la fundación (Fundación Víctor Jara) que es totalmente independiente. Por eso somos tan pobres. No contamos con ninguna subvención de nadie. De ningún partido político ni de ningún gobierno.
La fundación ha tenido bastantes problemas para funcionar en este último tiempo ¿Cree usted que hay acoso político?
—Indudablemente ha habido acoso político. Pero también es cierto que muchos de los problemas que hoy tenemos se deben a nuestra propia inexperiencia en materias en las que no nos manejábamos. Temas legales, judiciales, etc. Esto de querer ser independiente ante todo también ha tenido un costo para nosotros, porque nuestro mundo es el quehacer artístico y es a veces muy ajeno a la burocracia.
Para muchos artistas del mundo es inconcebible que la fundación Víctor Jara no reciba un apoyo permanente como política de Estado. ¿Qué piensa usted?
—Sí, es cierto que eso afuera cuesta creer. Nosotros hemos funcionado a veces con proyectos Fondart, que son proyectos financiados por el gobierno pero que se concursa y no es permanente y no dejan nada a la fundación. Nosotros hicimos una gran inversión que fue también una gran equivocación: edificar el galpón (Galpón Víctor Jara) en un terreno arrendado. De ahí nacen gran parte de nuestros problemas actuales. Obviamente, la fundación y la figura de Víctor aún tienen enemigos en Chile. También nos ofrecieron y luego nos quitaron la posibilidad de ocupar el Estadio Chile (actual Estadio Víctor Jara) para el funcionamiento de la Fundación. Actualmente el Estadio Chile no se puede ocupar como lugar de cultura.
Como artista, ¿qué le pasa cuando se encuentra con estos obstáculos en Chile para poder seguir difundiendo el trabajo de Víctor, haciendo cultura?
—Me produce tristeza, frustración y rabia, también. No hay visión de lo que significa el arte en el desarrollo del ser humano. Claro, el deporte es cultura pero no tiene el mismo valor que la danza, que la música, que la poesía en el desarrollo del ser humano. Sobre todo en cuanto a la participación de las personas en procesos creativos.
Usted ha dicho que no cree en la justicia chilena y consecuentemente han buscado ayuda afuera, específicamente, ahora entra en el caso la reconocida abogada española Almudena Bernabéu. ¿Qué espera usted del caso?
—Ella es nuestra abogada, pero el contacto fue de parte de ellos: una organización muy prestigiosa en derechos humanos. El Center for Justice & Accountability. Ellos han sido muy exitosos en casos de derechos humanos como el de los sacerdotes jesuitas asesinados en El Salvador (1989). Ellos han logrado que los criminales de los derechos humanos sean llevados a la justicia. Especialmente criminales de América Latina que buscan refugio en Estados Unidos y consiguen incluso la nacionalidad norteamericana.
¿Como el caso de Pedro Barrientos identificado como el autor material del asesinato de su marido?
—Sí, como el caso de Pedro Pablo Barrientos…
¿Qué espera usted o que le gustaría que consiguieran estos abogados en su caso?
—Mira, como la iniciativa no fue nuestra, pero dado a que ellos se especializan en procesos civiles donde aparentemente la idea es también una compensación económica, lo que este centro ha logrado muy bien es mucha resonancia a nivel de la opinión pública, porque es un gran apoyo al proceso de extradición que es extremadamente lento porque debe aprobarse por el gobierno de Estados Unidos. La idea es que esta persona que ha sido identificada y que está siendo procesada como el autor del asesinato de Víctor sea traído a Chile y pueda enfrentar un juicio acá.
Joan Jara: ¿cuál es su deseo con respecto a la justicia?
—Para mí es muy tarde la justicia. Es imposible hablar de reparación, porque lo que hicieron en mi vida no tiene reparación. No la tendrá nunca. En ese sentido, yo antepongo la importancia de la verdad antes que la justicia porque para la historia futura es tremendamente importante que el proceso judicial se cumpla cabalmente, porque es ese proceso el que pasará a la historia y a las futuras generaciones para que nunca más ocurra algo como lo que ocurrió en Chile. No saber la verdad, toda esa gente que lleva buscando los restos de sus seres queridos, eso es lo peor que le puede pasar a un ser humano. Eso va pasando de generación en generación. Es una especie de veneno que circula y que daña a la sociedad en su conjunto. Primero hay que limpiar, luego hablar de reconciliación. La juventud necesita la justicia.
A 40 años del golpe de Estado, Víctor Jara es un ícono mundial de dignidad. Pinochet murió repudiado por el mundo entero, de una manera abyecta, escondiéndose, mintiendo. ¿Se podría decir que Víctor ganó esta guerra?
—(Duda) La guerra moral… como ganó el amor. Lo que Víctor representa es algo tremendamente positivo para la humanidad, pero lamentablemente el mundo sigue siendo regido por los mismos poderes que lo mataron. La victoria nuestra es moral, una cosa etérea, pero en el mundo siguen los Pinochets. Es algo que no puedo expresar. Los valores de Víctor son una aspiración, una esperanza, pero los valores de Pinochet son una realidad.
Cuando ustedes estaban juntos los años 60 – 70, ¿pensaron que la obra de Víctor Jara alcanzaría dimensiones mundiales?
—No. Víctor era en ese sentido bien humilde. Lo que le importaba era su quehacer artístico, su mensaje, su contacto con el pueblo. Él trataba de interpretar a su pueblo. Esa era su mayor preocupación. Sus canciones no fueron hechas en “estudio” aislado, sino que iban saliendo de su propia vida. Eso le da una autenticidad muy grande. Los personajes de sus canciones son reales. Él nunca estuvo preocupado por la fama ni por la plata ni por hacer una “carrera” porque su carrera era ser director teatral donde fue muy exitoso. El canto para él era algo esencial en lo que expresaba sus propios valores, con las personas, con su compromiso político. Él ni se imaginaba lo que significaba. Siempre recuerdo que él se emocionó muchísimo una vez que escuchó una grabación de un artista en Alemania que cantaba un tema suyo. Estaba muy, muy sorprendido. Eso fue en el año 73 cuando la solidaridad en el mundo estaba con Chile.
En esa época los ojos del mundo estaban puestos en Chile ¿No era raro para un país tan aislado?
—Durante la Unidad Popular, sí. Había un gran interés por este experimento que era la posibilidad de llegar al socialismo a través de la vía democrática. Había mucha gente que se entusiasmaba en el mundo entero que quería aportar, ayudar. Aquí estaba lleno de extranjeros que venían a vivir este proceso. Y así como estaban los amigos en el mundo, también estaban los enemigos de este experimento, muy preocupados, atentos y complotando, boicoteando con el apoyo de la CIA, el financiamiento a los enemigos de Allende. Era como una gran olla burbujeando
En ese marco de muchos cambios, de energías enfrentadas, ¿cómo fue unir sus vidas?
—Nosotros estuvimos juntos desde 1960. En ese momento la vida era relativamente apacible. Se podía tener una vida en conjunto, una vida familiar. Después, ya en el año 70, empezó el gran movimiento social. Ahora, siempre hubo mucho movimiento político dentro de los círculos culturales. Los artistas Pablo Neruda, Violeta Parra eran dos figuras muy importantes que tenían un compromiso político de gran inspiración para muchos otros artistas. Como inglesa yo me sorprendí con este compromiso. Todos los 1 de mayo, en todas las fechas importantes para el movimiento social, los artistas estaban en las marchas, en los escenarios con sus guitarras cantando gratuitamente junto a los obreros. Era como una tradición ya instalada. Pero esto se fue poniendo cada vez más tenso hasta que ya en la Unidad Popular uno se postergaba la vida personal por la vida política. Vivíamos pendientes, con tareas. Nos veíamos cada vez menos. Recuerdo que desde la última elección —marzo hasta septiembre— todo el trabajo de las elecciones, el viaje a Perú, después canturreos por todo el país… Se postergaba todo lo personal.
¿Qué hay de cierto sobre eso que usted tenía celos de la guitarra de Víctor Jara?
—(Risas). Eso lo escribí yo misma en el libro ["Víctor Jara: Un canto truncado"]. Pero decía textual que yo podría haber estado celosa de la guitarra de Víctor porque él andaba con la guitarra por todos lados. Era como su otra parte, otra parte de él acostumbrada a su cuerpo. Pero era una parte que él compartía conmigo. Si estaba componiendo, él empezaba a conversarme, a mostrarme qué me parecía lo que estaba haciendo. Él me incorporaba en su mundo de creación. Yo tenía una carrera artística también. De repente él llegaba con una base instrumental y me decía, “¿Qué te parece para una coreografía?”, dialogábamos mucho.
Las letras de las canciones de Víctor son muy poéticas. ¿Qué es lo que nacía primero la letra o la melodía?
—Eso variaba, pero en general, cuando salía más rápido la canción es cuando tenía la letra. Ya teniendo la letra, la música salía orgánicamente al servicio de la letra. Pero si tenía una música sin letra, esta solía quedar como instrumental. Tenía varias piezas de ese tipo.
Víctor realiza una extraña mezcla entre innovación y tradición. ¿Diría usted que eso lo ubica como un artista de vanguardia?
—A mí no me corresponde decirlo, pero mucha gente así lo dice: que él abrió caminos, que fue un adelantado para su época. Hubo una gran discusión durante los años 60 de cómo se trataba el folclor: como algo vivo o como una tradición que se debe conservar sin tocarla. ¿Se puede transformar? ¿Se puede usar como una base? En ese dilema Víctor fue muy aventurero siguiendo solo lo que él quería comunicar. En él nace primero la idea y después la manera de comunicarla. Eso le pasaba por ejemplo en esta aventura que hizo con Los Blops (conjunto de rock chileno de comienzo de los años 60) trabajando con rockeros (…) tanto en teatro como en música, él hacía experimentos muy conmovedores, trabajaba por igual con la voz, el movimiento, la mente y el corazón. Era muy humano, muy integral.
___________________
*Artista y periodista chilena quien fue la interlocutora entre El Diario de Hoy y Joan Jara
La viuda del artista nació en Inglaterra en 1927. En Europa creció como Joan Alison Turner. En Latinoamérica es Joan Jara. Ella creó la Fundación Víctor Jara. Es bailarina y gestora cultural. Desde el asesinato de su esposo tiene como única misión “perpetuar la memoria de Víctor y lo que significa su obra y sus valores”. Por eso regresó a Chile “en plena dictadura militar en 1984″ porque “tenía que sacar a Víctor de la clandestinidad”.
En el siglo XXI, la vida y obra del cantautor chileno siguen conmoviendo al mundo. Sus discos emblemáticos como “Pongo en tus manos abiertas…”, “Canto libre”, “El derecho de vivir en paz”, “La población” y “Canto por travesura” todavía son escuchados por el mundo. Artistas de todas las disciplinas le han rendido culto. Solo desde el ámbito musical, las ofrendas van desde dedicar conciertos (como lo hizo en 2012 Roger Waters, de Pink Floyd, en Chile) hasta crear canciones en memoria del artista (como lo hizo U2 en “One tree hill”, del álbum “The Joshua tree”) o ser mencionado y reivindicado en composiciones (como “Washington bullets”, de The Clash, donde aparece la petición “Please, remember Víctor Jara”).
Víctor Jara nació en 1932. Este día 28 de septiembre habría cumplido 81 años.
Han pasado 40 años desde la muerte de Víctor Jara. Él se ha convertido en una figura mundial. Su música y persona son homenajeados por artistas de todo el mundo: Bruce Springting, Roger Waters (Pink Floyd), Silvio Rodríguez, U2, Pedro Aznar, Rage Against the Machine, The Clash, Los Fabulosos Cadillacs. ¿Qué siente usted con toda esta devoción?
—Cuando yo salí de Chile en el año 1973, me cambié el nombre, usé mi nombre de matrimonio en vez de mi nombre británico, porque salí con una misión: perpetuar la memoria de Víctor y lo que significa su obra y sus valores. Entonces, en todo este proceso de 40 años se cortó mi vida [pero] comenzó otra vida al servicio de la memoria —no solo de Víctor, sino de todo lo que representa él [en la historia de Chile]—. Esto es un proceso que ha ido creciendo. A mi edad —y después de 40 años de los hechos— podría decir que mi tarea esencial está cumplida, porque si bien se recuerda la muerte de Víctor Jara, también se recuerda su obra, los valores inherentes a su creación, el contenido de su universo. Desde hace mucho tiempo los artistas —en español o en otros idiomas— recrean sus canciones. Ha sido todo un proceso en el que Víctor se ha elevado como un símbolo de las violaciones a los derechos humanos en el mundo.
También se ha erigido como símbolo de dignidad…
—Sí, eso fue justamente lo que pretendí cuando regresé a Chile en plena dictadura militar en el año 1984. [Tenía que] sacar a Víctor de la “clandestinidad” en que se encontraba. En Chile era un símbolo de la resistencia a la dictadura, pero mi propósito aquí fue que las generaciones jóvenes conocieran su obra en toda su dimensión: como artista, hombre, director de teatro, folclorista.
Cuando usted saca de Chile clandestinamente la obra de Víctor, ¿hubo algo que se extravió, algo que no haya podido recuperar?
—Creo que no. Sé de una sola canción que se extravió, pero se trataba de una regrabación de “El arado”. Debo decir que fue gracias a la solidaridad internacional que rápidamente se sacó de Chile todo el material. Especialmente la embajada sueca que sacó [la obra de Víctor Jara] y me la entregó a mí en Inglaterra.
A 40 años del golpe militar, desde su opinión, ¿por qué cree que los militares se ensañaron con Víctor y le dieron una muerte tan horrenda?
—Víctor era representante del pueblo chileno. Un representante para ellos muy notorio y desafiante. Ahí hubo un tema de clase, además de político. Un deseo de humillar a Víctor, de amedrentar, porque era un representante destacado del pueblo que además no era arribista sino orgulloso de su pertenencia al pueblo. Además, era una figura que les provocaba mucha contradicción porque era respetado y alabado en todos los círculos culturales del “establishment”. El mismo diario El Mercurio lo elogiaba como director teatral, como artista.
¿Era desafiante porque no aspiraba a ser como los de la clase que lo alababa sino que defendía su identidad…?
—Claro, lo peor para ellos es que Víctor no era arribista, no les halagaba, no se subyugaba. Él decía, “yo soy del pueblo y lo que me importa es el pueblo chileno. O mi clase. Yo vengo de esta clase, de los más pobres y canto por ellos y para ellos”. Él no trató de cambiar de clase social. Tampoco vivía mal. Él decía que no necesitaba estar sucio y rotoso para hablar del pueblo, que los que necesitaban ir a vivir a una población para hablar del pueblo eran los hijos de la burguesía.
Usted ha sido testigo del desarrollo de la izquierda en Chile y de los movimientos sociales en estos 40 años. ¿Cuál es su opinión?
—La verdad es que para mí ha sido decepcionante. Súper decepcionante. Con demasiado miedo. Pero yo celebro el movimiento de los estudiantes, la gente joven. Ellos ya no se dejan engañar, no tienen miedo.
¿Qué le diría usted a los políticos…?
—Nada… (Silencio) Yo he sido fiel a lo que pienso. Tal vez yo sea individualista en ese sentido. Pero he tratado de entregar el pensamiento, los valores, la obra de Víctor y agradezco la cooperación de todas las personas que han apoyado a la fundación (Fundación Víctor Jara) que es totalmente independiente. Por eso somos tan pobres. No contamos con ninguna subvención de nadie. De ningún partido político ni de ningún gobierno.
La fundación ha tenido bastantes problemas para funcionar en este último tiempo ¿Cree usted que hay acoso político?
—Indudablemente ha habido acoso político. Pero también es cierto que muchos de los problemas que hoy tenemos se deben a nuestra propia inexperiencia en materias en las que no nos manejábamos. Temas legales, judiciales, etc. Esto de querer ser independiente ante todo también ha tenido un costo para nosotros, porque nuestro mundo es el quehacer artístico y es a veces muy ajeno a la burocracia.
Para muchos artistas del mundo es inconcebible que la fundación Víctor Jara no reciba un apoyo permanente como política de Estado. ¿Qué piensa usted?
—Sí, es cierto que eso afuera cuesta creer. Nosotros hemos funcionado a veces con proyectos Fondart, que son proyectos financiados por el gobierno pero que se concursa y no es permanente y no dejan nada a la fundación. Nosotros hicimos una gran inversión que fue también una gran equivocación: edificar el galpón (Galpón Víctor Jara) en un terreno arrendado. De ahí nacen gran parte de nuestros problemas actuales. Obviamente, la fundación y la figura de Víctor aún tienen enemigos en Chile. También nos ofrecieron y luego nos quitaron la posibilidad de ocupar el Estadio Chile (actual Estadio Víctor Jara) para el funcionamiento de la Fundación. Actualmente el Estadio Chile no se puede ocupar como lugar de cultura.
Como artista, ¿qué le pasa cuando se encuentra con estos obstáculos en Chile para poder seguir difundiendo el trabajo de Víctor, haciendo cultura?
—Me produce tristeza, frustración y rabia, también. No hay visión de lo que significa el arte en el desarrollo del ser humano. Claro, el deporte es cultura pero no tiene el mismo valor que la danza, que la música, que la poesía en el desarrollo del ser humano. Sobre todo en cuanto a la participación de las personas en procesos creativos.
Usted ha dicho que no cree en la justicia chilena y consecuentemente han buscado ayuda afuera, específicamente, ahora entra en el caso la reconocida abogada española Almudena Bernabéu. ¿Qué espera usted del caso?
—Ella es nuestra abogada, pero el contacto fue de parte de ellos: una organización muy prestigiosa en derechos humanos. El Center for Justice & Accountability. Ellos han sido muy exitosos en casos de derechos humanos como el de los sacerdotes jesuitas asesinados en El Salvador (1989). Ellos han logrado que los criminales de los derechos humanos sean llevados a la justicia. Especialmente criminales de América Latina que buscan refugio en Estados Unidos y consiguen incluso la nacionalidad norteamericana.
¿Como el caso de Pedro Barrientos identificado como el autor material del asesinato de su marido?
—Sí, como el caso de Pedro Pablo Barrientos…
¿Qué espera usted o que le gustaría que consiguieran estos abogados en su caso?
—Mira, como la iniciativa no fue nuestra, pero dado a que ellos se especializan en procesos civiles donde aparentemente la idea es también una compensación económica, lo que este centro ha logrado muy bien es mucha resonancia a nivel de la opinión pública, porque es un gran apoyo al proceso de extradición que es extremadamente lento porque debe aprobarse por el gobierno de Estados Unidos. La idea es que esta persona que ha sido identificada y que está siendo procesada como el autor del asesinato de Víctor sea traído a Chile y pueda enfrentar un juicio acá.
Joan Jara: ¿cuál es su deseo con respecto a la justicia?
—Para mí es muy tarde la justicia. Es imposible hablar de reparación, porque lo que hicieron en mi vida no tiene reparación. No la tendrá nunca. En ese sentido, yo antepongo la importancia de la verdad antes que la justicia porque para la historia futura es tremendamente importante que el proceso judicial se cumpla cabalmente, porque es ese proceso el que pasará a la historia y a las futuras generaciones para que nunca más ocurra algo como lo que ocurrió en Chile. No saber la verdad, toda esa gente que lleva buscando los restos de sus seres queridos, eso es lo peor que le puede pasar a un ser humano. Eso va pasando de generación en generación. Es una especie de veneno que circula y que daña a la sociedad en su conjunto. Primero hay que limpiar, luego hablar de reconciliación. La juventud necesita la justicia.
A 40 años del golpe de Estado, Víctor Jara es un ícono mundial de dignidad. Pinochet murió repudiado por el mundo entero, de una manera abyecta, escondiéndose, mintiendo. ¿Se podría decir que Víctor ganó esta guerra?
—(Duda) La guerra moral… como ganó el amor. Lo que Víctor representa es algo tremendamente positivo para la humanidad, pero lamentablemente el mundo sigue siendo regido por los mismos poderes que lo mataron. La victoria nuestra es moral, una cosa etérea, pero en el mundo siguen los Pinochets. Es algo que no puedo expresar. Los valores de Víctor son una aspiración, una esperanza, pero los valores de Pinochet son una realidad.
Cuando ustedes estaban juntos los años 60 – 70, ¿pensaron que la obra de Víctor Jara alcanzaría dimensiones mundiales?
—No. Víctor era en ese sentido bien humilde. Lo que le importaba era su quehacer artístico, su mensaje, su contacto con el pueblo. Él trataba de interpretar a su pueblo. Esa era su mayor preocupación. Sus canciones no fueron hechas en “estudio” aislado, sino que iban saliendo de su propia vida. Eso le da una autenticidad muy grande. Los personajes de sus canciones son reales. Él nunca estuvo preocupado por la fama ni por la plata ni por hacer una “carrera” porque su carrera era ser director teatral donde fue muy exitoso. El canto para él era algo esencial en lo que expresaba sus propios valores, con las personas, con su compromiso político. Él ni se imaginaba lo que significaba. Siempre recuerdo que él se emocionó muchísimo una vez que escuchó una grabación de un artista en Alemania que cantaba un tema suyo. Estaba muy, muy sorprendido. Eso fue en el año 73 cuando la solidaridad en el mundo estaba con Chile.
En esa época los ojos del mundo estaban puestos en Chile ¿No era raro para un país tan aislado?
—Durante la Unidad Popular, sí. Había un gran interés por este experimento que era la posibilidad de llegar al socialismo a través de la vía democrática. Había mucha gente que se entusiasmaba en el mundo entero que quería aportar, ayudar. Aquí estaba lleno de extranjeros que venían a vivir este proceso. Y así como estaban los amigos en el mundo, también estaban los enemigos de este experimento, muy preocupados, atentos y complotando, boicoteando con el apoyo de la CIA, el financiamiento a los enemigos de Allende. Era como una gran olla burbujeando
En ese marco de muchos cambios, de energías enfrentadas, ¿cómo fue unir sus vidas?
—Nosotros estuvimos juntos desde 1960. En ese momento la vida era relativamente apacible. Se podía tener una vida en conjunto, una vida familiar. Después, ya en el año 70, empezó el gran movimiento social. Ahora, siempre hubo mucho movimiento político dentro de los círculos culturales. Los artistas Pablo Neruda, Violeta Parra eran dos figuras muy importantes que tenían un compromiso político de gran inspiración para muchos otros artistas. Como inglesa yo me sorprendí con este compromiso. Todos los 1 de mayo, en todas las fechas importantes para el movimiento social, los artistas estaban en las marchas, en los escenarios con sus guitarras cantando gratuitamente junto a los obreros. Era como una tradición ya instalada. Pero esto se fue poniendo cada vez más tenso hasta que ya en la Unidad Popular uno se postergaba la vida personal por la vida política. Vivíamos pendientes, con tareas. Nos veíamos cada vez menos. Recuerdo que desde la última elección —marzo hasta septiembre— todo el trabajo de las elecciones, el viaje a Perú, después canturreos por todo el país… Se postergaba todo lo personal.
¿Qué hay de cierto sobre eso que usted tenía celos de la guitarra de Víctor Jara?
—(Risas). Eso lo escribí yo misma en el libro ["Víctor Jara: Un canto truncado"]. Pero decía textual que yo podría haber estado celosa de la guitarra de Víctor porque él andaba con la guitarra por todos lados. Era como su otra parte, otra parte de él acostumbrada a su cuerpo. Pero era una parte que él compartía conmigo. Si estaba componiendo, él empezaba a conversarme, a mostrarme qué me parecía lo que estaba haciendo. Él me incorporaba en su mundo de creación. Yo tenía una carrera artística también. De repente él llegaba con una base instrumental y me decía, “¿Qué te parece para una coreografía?”, dialogábamos mucho.
Las letras de las canciones de Víctor son muy poéticas. ¿Qué es lo que nacía primero la letra o la melodía?
—Eso variaba, pero en general, cuando salía más rápido la canción es cuando tenía la letra. Ya teniendo la letra, la música salía orgánicamente al servicio de la letra. Pero si tenía una música sin letra, esta solía quedar como instrumental. Tenía varias piezas de ese tipo.
Víctor realiza una extraña mezcla entre innovación y tradición. ¿Diría usted que eso lo ubica como un artista de vanguardia?
—A mí no me corresponde decirlo, pero mucha gente así lo dice: que él abrió caminos, que fue un adelantado para su época. Hubo una gran discusión durante los años 60 de cómo se trataba el folclor: como algo vivo o como una tradición que se debe conservar sin tocarla. ¿Se puede transformar? ¿Se puede usar como una base? En ese dilema Víctor fue muy aventurero siguiendo solo lo que él quería comunicar. En él nace primero la idea y después la manera de comunicarla. Eso le pasaba por ejemplo en esta aventura que hizo con Los Blops (conjunto de rock chileno de comienzo de los años 60) trabajando con rockeros (…) tanto en teatro como en música, él hacía experimentos muy conmovedores, trabajaba por igual con la voz, el movimiento, la mente y el corazón. Era muy humano, muy integral.
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*Artista y periodista chilena quien fue la interlocutora entre El Diario de Hoy y Joan Jara
esta entrevista fue publicada en El Diario de Hoy. Lo publico porque no lo encontre mas que este blog: y el trabajo de Tomás debe rescatarse.
hace un año
hace un año
jueves, 12 de septiembre de 2019
44. Cuatro meses/ leamos un buen artículo tuyo: El Salvador de los Muertos
Tomás Andreú SAN SALVADOR (Proceso).- Un día pidió ayuda a través de una red social. Faltaba poco para la medianoche. Tenía tantos muertos sin identificar que no sabía qué hacer con ellos. El Salvador es una tumba clandestina a donde van a parar las víctimas de la violencia. Las pandillas perpetran la gran mayoría de estos asesinatos. Pero un hombre se ocupa de estos escenarios y rescata de las entrañas de la tierra y de la impunidad los cadáveres que han terminado en el olvido.
Israel Ticas es el forense de lujo de la Fiscalía General de la República de El Salvador. Se ha preparado en Centroamérica, México, África y España. No tiene sustituto ni discípulo. Es único en su especie. De baja estatura, tiene rasgos indígenas muy marcados y siempre está requemado por el sol. Su trabajo se convierte en una meticulosa obra de arte, pero también delata a un país que devora todos los días a sus ciudadanos. En El Salvador, de verdad, la vida no vale nada.
Es difícil que el mundo entienda cómo una superficie tan pequeña –21 mil kilómetros cuadrados– produce tantos cadáveres. La inseguridad y la muerte son un negocio en esta nación. Restaurantes, farmacias, burdeles, hoteles, hospitales, zonas residenciales de clase media… Todos estos lugares cuentan con seguridad privada. Una funeraria en un país como El Salvador no conoce la bancarrota.
Hace años Ticas le dijo al reportero que él hablaba con los muertos. El periodista le dijo que, más bien, era un abogado, el abogado de las víctimas mortales de la violencia en El Salvador. Se quedó callado. La idea le gustó.
El Salvador vivió una guerra interna por más de una década. Los ciudadanos que tuvieron suerte lograron huir hacia Estados Unidos. Tras la firma de la paz en 1992 entre la insurgencia y el gobierno, la Unión Americana hizo deportaciones. Pero esa gente, que en aquel país había vivido en barrios depauperados y violentos, regresó con el ADN de las pandillas. Y lo clonó y clonó en su nación de origen. Ni los gobiernos de derecha ni la sociedad se imaginaban que una bomba social estaba creciendo. Cuando explotó fue demasiado tarde.
El pozo de sangre en el que se ahoga El Salvador ha sido cavado por las pandillas Mara Salvatrucha (MS-13) y Barrio 18. La inseguridad que vive el país la sienten los mismos cuerpos de seguridad, pese a que en 2015 los vándalos fueron declarados terroristas por la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia. Los ciudadanos también son objetivos de pandillas: para morir basta que alguien que viva en un territorio se pase a otro donde domina la pandilla contraria. De esta tormenta de sangre no se salva ni el presidente del país, Salvador Sánchez Cerén. Los mareros le asesinaron a dos guardaespaldas.
Todos deben pedirle permiso a las pandillas para entrar en sus territorios: políticos, religiosos, vendedores, distribuidores de agua, refrescos, golosinas. Incluso los periodistas que deseen tomar una fotografía. Los números más conservadores calculan que en El Salvador hay unos 60 mil vándalos en las calles. Dentro de la cárcel están otros 13 mil. A estas cifras hay que sumarle los colaboradores, que van desde los familiares y amigos de mareros hasta jueces, policías, militares y políticos de mandos bajos y medios.
Y ese ejército de pandilleros ha dejado otro de desaparecidos. Ticas tiene que buscarlos. Para él, una persona muerta no es un cadáver: es un ser humano con derechos que se merece la mejor de las despedidas. Por eso le entristece que los restos de alguien terminen en una fosa común, en el anonimato.
Él comienza con un indicio (una denuncia). Una vez detectado el lugar donde puede haber sido enterrado un cuerpo, lo acordona e inicia una búsqueda superficial. La misma tierra le advierte si dentro de ella hay restos humanos. En caso afirmativo, la franja estudiada toma una textura particular y cierta humedad que desprende un olor distintivo. Si detecta estas pistas, inicia una excavación. Y es aquí donde la sabiduría de Ticas entra en juego. A partir de la experiencia y de una lectura del entorno va avanzando directamente hacia los cadáveres. No se trata sólo de excavar. No se trata de abrir hoyos al azar. Se trata de llegar de una forma inteligente a los cuerpos por una sencilla razón: el cadáver puede informar la identidad del asesino.
La escena poco a poco comienza a tornarse en una obra en la que se fusionan ingeniería, antropología, arqueología y fontanería (desagües en caso de lluvias). Lo más importante es resguardar la escena del crimen y sus evidencias. Aquí está lo vital: las posiciones de los cuerpos son un testimonio de sus últimas horas de vida. Por los indicios, el abogado de los muertos sabe quién murió primero, quién fue enterrado con vida y en qué circunstancias. Es aterrador ver cómo las personas lucharon incluso dentro de las sepulturas. Sus manos en forma de garras evidencian que hicieron todo por salir del suplicio. Las bocas abiertas pueden hablar de un grito ahogado pidiendo ayuda o de un último intento por llevar oxígeno a sus pulmones.
Las escenas muestran la evolución de la violencia en El Salvador. Cada vez son más tenebrosos los asesinatos –y también más sofisticados, pues sus autores evitan dejar rastros. Cada vez hay más cuerpos mutilados.
En las manos de Ticas está el futuro de la justicia. Está el rumbo de la investigación. El rostro de los asesinos. “La violencia evoluciona rápidamente y destroza hogares, familias y personas. La muerte sólo espera junto a nosotros para llevarnos al más allá”, reconoce el forense en entrevista.
Durante la conversación, el especialista recibe una llamada de una madre buscando a su hijo. Pone la llamada en altavoz y se escucha una súplica al otro lado del teléfono. Ella relata que en Montelimar (provincia de La Paz) varios hombres metieron a su hijo a un predio baldío. Luego salieron, pero sin él. El forense le explica lo que debe hacer: poner una denuncia y enviarle una fotografía. Él irá a reconocer el terreno, probablemente devenido cementerio.
De hecho, todo El Salvador se parece a un extenso panteón. Únicamente en agosto de 2015 hubo 911 asesinatos. Es decir: 30 muertos cada 24 horas. Ese mismo año cerró con 6 mil 670 homicidios. El periódico estadunidense USA Today lo calificó como “la capital mundial de los asesinatos”. Y 2016 no trajo buenas nuevas, porque dejó 5 mil 278 crímenes mortales. Es decir: 14 homicidios al día. Y los números continúan. Hasta el 15 de marzo de 2017 iban 651 homicidios, según las estadísticas oficiales.
La cifra de desaparecidos ya superó a la padecida durante la guerra civil que vivió esta nación entre 1980 y 1992, según las autoridades salvadoreñas.
Lo paradójico es que este país centroamericano celebró 25 años de haber firmado los Acuerdos de Paz. El 16 de enero de 1992 la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y el gobierno del entonces presidente Alfredo Cristiani (del partido de derecha Alianza Republicana Nacionalista, Arena) pusieron fin al plomo que dejó más de 75 mil muertos y unos 10 mil desaparecidos.
Las máximas autoridades de seguridad de El Salvador afirman –según la agencia de información ACAN-EFE– que en 2016 se encontraron 38 cementerios clandestinos. En ellas fueron desenterradas 46 personas en 10 de los 14 departamentos que tiene el país. Desde 2014 se han detectado más de 158 fosas ilegales y se han recuperado 216 cuerpos. Pero desde 2010 están desaparecidas unas 10 mil 800 personas.
Las cifras oficiales registran, sólo en 2016, la desaparición de 3 mil 859 personas. La capital de El Salvador –San Salvador– concentró mil 148 casos. 2017 tampoco pinta bien. Hasta el 20 de marzo iban 650 desaparecidos.
El presidente del Instituto de Estudios Jurídicos de El Salvador (IEJES) y miembro de la Comisión Política del desaparecido Movimiento Nacional Revolucionario, Félix Ulloa, reflexionó en el periódico digital El Faro sobre los 25 años de paz de El Salvador en el nuevo contexto de violencia: “Las pandillas inicialmente fueron sólo el producto de la indiferencia del Estado para con los hijos de la guerra, los huérfanos, los niños abandonados por los padres que se fueron a buscar la vida fuera del país. (Esos niños) luego crecieron, se organizaron y multiplicaron, y hoy nos tienen de rodillas”.
Coincidentemente, la primera escena que procesó Ticas fue la de los padres jesuitas de la Universidad Centroamericana (UCA) asesinados por el Ejército salvadoreño en 1989. Un caso que aún busca justicia en los tribunales españoles. El forense fue policía durante la guerra. En ese momento su especialidad eran las escenas terroristas de la guerra. Gracias a su meticulosidad se han resuelto casos que parecían imposibles. Y esto se debe a su amistad con la investigación y la metodología científicas.
Vivir entre la muerte
A Ticas le gusta trabajar con cadáveres. Les llama “amigos”. Pero sabe que El Salvador apenas le da importancia a la ciencia forense. Las autoridades del país prefieren los testimonios para solucionar los crímenes. Sólo que los testigos son falibles, impresionables y presionables, pueden tener un precio. Y en muchas ocasiones llevan a la cárcel a gente inocente.
“Me siento mal cuando mis colegas hacen una excavación en menos de una hora. Esas escenas son ricas en evidencia”, se lamenta.
Vanidoso y excéntrico, Ticas sabe que es el único que le pone amor, disciplina y arte a su trabajo. Y pasa de la euforia a la tristeza: a él le gustaría multiplicarse y recuperar más cuerpos, pues hay miles de desaparecidos. Y decir desaparecido es decir muerto. Están en tumbas clandestinas o pozos.
“Me duelen todos estos restos de seres humanos. Tienen derecho a regresar con sus familias. Me da rabia que la gente les llame podridos a estas personas. ¿Vos pensás que esta gente quiso terminar con sus vidas de esta manera?”, inquiere el forense.
La gente dice que Israel está loco, que huele a muerto y que sus excavaciones son agujeros del tamaño de una bomba de 500 libras. Sus colegas piensan que hacer tantas cosas por los cadáveres es una pérdida de tiempo. Que lo que debería hacer –más práctico– es recoger los cadáveres sin tanta burocracia y meterlos en bolsas negras. Sin embargo, Ticas mantiene acaloradas discusiones con otros investigadores cuando éstos se niegan a procesar sangre, cabellos, semen u otras evidencias. La razón para no recibir estas pruebas es que vienen de cadáveres putrefactos, aunque eso no impediría hacerles análisis de ADN.
El abogado de los muertos se quiebra cuando analiza fosas donde hay niños. Apunta que usa su “escudo humanitario” para seguir adelante.
Para Ticas no existe el descanso. Ser el mejor tiene sus costos. Es un hombre que trabaja los siete días de la semana. Sus amigos los cuenta con los dedos de una mano. A veces duerme en su oficina (adornada con calaveras y otras piezas óseas). Las paredes tienen fotografías de las excavaciones que ha realizado. Da la impresión de que se siente como una estrella de rock que ha fotografiado cada uno de sus escenarios. Eso sí, a Israel Ticas no se le puede hablar del infierno. Él ya lo vio: niños decapitados, hombres a quienes les cercenaron el pene y los testículos y se los colocaron dentro de la boca para después coserles los labios. Rostros sin ojos, sin dientes y desollados. Mujeres con envases de cerveza en sus vaginas y empaladas.
A pesar de que el apellido de El Salvador es violencia, Ticas no está a favor ni en contra de las instituciones del Estado. “Yo sé lo que está ocurriendo en El Salvador y lo que le espera, pero me limito a mi trabajo como forense”, delinea.
Por supuesto que él teme por su seguridad, por su vida. El lugar donde él vive también está dominado por los pandilleros. Se ven y se saludan. Por la televisión, los maras saben lo que él hace, pero cuando él llega a su vecindario sólo le gastan bromas. Le preguntan si no llevará un fémur para algún pandillero lisiado. Él les responde que sí, que lleva uno de mujer. Todos ríen.
El arte de exhumar
Una vez que el abogado descubre un cuerpo decide si comenzará a exhumarlo por los pies o la cabeza. Depende de la escena. Luego crea montículos para que el cadáver se sostenga, es decir, crea columnas sobre las que lo apoya a través de los codos, las rodillas, los tobillos, el mentón, la cabeza. Así puede fotografiar los cuerpos y ver la escena en varias dimensiones.
Al final de la jornada las evidencias están intactas. Y aparece una idea de qué sucedió. Se puede determinar si las víctimas fueron asesinadas dentro de la tumba o arrojadas ya sin vida. Saber esto es crucial para detectar si un testigo criteriado (que goza de privilegios penales a cambio de colaborar con la justicia) está diciendo la verdad o miente.
El forense le da un tratamiento casi paternal a los cadáveres. Una vez que la escena del crimen está lista, él empieza a limpiar con una escobilla los cuerpos. Lo hace suavemente, tramo a tramo, con una paciencia asiática. Y mientras lo hace revisa si tienen tatuajes, lesiones, marcas de algún químico, esquirlas, golpes contundentes. Revisa hasta debajo de las uñas. Es importante que el cuerpo no se mueva ni un ápice, porque eso podría dañar la investigación. Pero todo este esmero se va por el drenaje cuando aparece el Instituto de Medicina Legal: mete los cadáveres en bolsas sin ningún cuidado. “Qué bonito has dejado los cadáveres”, le dicen los agentes a Ticas.
Lo triste para El Salvador es que cuando muera Israel morirá un hombre que no ha dejado discípulos. A nadie le gusta trabajar con muertos, y menos con tanta entrega. Él se mete a pozos donde el agua está putrefacta y llena de heces fecales. Tiene enfermedades en la piel, pero ha logrado controlarlas.
“Para que una persona haga lo que yo hago debe gustarle la putrefacción. Debe ser inmune al dolor. No debe tener sentimientos a la hora de trabajar, porque si eso no ocurre, entonces no hará bien su labor. Echará a perder la evidencia. Y lo más importante: dejará impune un crimen. Yo no tengo vacaciones porque hay muchas personas enterradas. Me siento impotente.”
Con todo, confía más en los muertos que en los vivos. Él los llama amigos que no hacen daño. En contraparte, sabe que los vivos lo matarán. Sabe que no llegará a la vejez ni a jubilado. Él sólo quiere que lo asesinen sin aviso, rápido y sin dolor. En su epitafio quiere que coloquen la siguiente frase:
“Aquí yace quien quiso hacer mucho por los que sufren, pero no le quedó suficiente tiempo para hacerlo. Si puedo ayudar incluso muerto, búsquenme, que les ayudaré.”
martes, 10 de septiembre de 2019
43. A menudo
“A menudo el sepulcro
encierra, sin saberlo, dos corazones en el mismo ataúd.” (Alphonse de
Lamartine)
extraño leertehttps://clauryta.blogspot.com/2019/09/44-cuatro-meses-leamos-un-buen-articulo.html
lunes, 9 de septiembre de 2019
41. Te voy a echar de menos toda la vida
"Siempre he defendido el cuerpo
como si fuera un recipiente donde debieran tener cabida todas las nostalgias.
Siempre he creído que el pasado merece su hueco, en ocasiones me atrevería a
decir, incluso, que le debemos un altar al que poder rendir culto cuando se
pierde la fe. Siempre he pensado que el único modo de protegernos es
exponiéndonos. Siempre he dicho que uno no debe negar la tristeza ni tratar de
cambiar los recuerdos porque es importante saber volver.
Sin embargo, y guárdame el secreto,
por favor, hay momentos minúsculos en los que reconozco que tanto dogma sólo
significa, en el fondo, que te echo de menos y que asumo, a través de la
palabra, que te voy a echar de menos toda la vida."
Elvira
Sastre
mar adentro post 42
sábado, 17 de agosto de 2019
40- ¿Enfrentar el destino?
Una vez compartiste esta breve entrevista que
me hicieron. Siempre me felicitaste por elegir ser libre y por enseñarle a
Camila a ser libre; me decías que jamás debo cambiarlo por que es el mayor atractivo de
un ser humano.
Lo que nunca entendí era porqué decías que con ello enfrentaba
el destino. Quizá ahora sí: Al elegirte advertías este camino, igual estar
juntos era seductor como incierto. Dudámos, pero te dije que mi intuición me
decía que debíamos ser, y fuimos puro amor hasta la muerte. Vos dijiste que
darías lo mejor y lo diste, y yo no puedo más que estar agradecida porque
llevaba 5 años blindada respecto del amor, había olvidado sentir, leer, recuperar más música, llorar, reir,
compartir, tener pasión por alguien. Vos me despertaste.
por cierto: por vos leo a Elvira Sastre, teías razón, es muy buena.
por cierto: por vos leo a Elvira Sastre, teías razón, es muy buena.
miércoles, 7 de agosto de 2019
38. Mincho y Tomás.
Cuando nos hicimos pareja, solo se lo conté a
Camila (mi hija) y a Mincho (mi ex jefe). A vos te conocí porque llegabas al
IDHUCA a entrevistarlo y de paso, pasabas a echarte una platicadita a mi
cubículo. Hubo un día que estábamos re felices fue cuando fuimos a FGR a
poner la denuncia del caso Daton con JJ, Mincho, Jorge. También te aparecías en
los Festival Verdad.
En esa época me tocaba dirigir el área de
Análisis y comunicaciones y por ende nos tocaba generar opinión crítica sobre
derechos humanos y una de las tareas era redactar artículos que se publicaban
en ECA, Proceso (que ya desapareció), editorial radial en YSUCA y en
Contrapunto. Era un dolor de cabeza teniendo a Benjamín de jefe. Pero allí
aprendí el gusto por escribir. Cada semana, mandaba a contrapunto los artículos
que redactaba, y allí en Contrapunto alguien nos contestaba con el
artículo editado. El año pasado nos enteramos que éramos yo de este lado y vos
editando del otro (eran correos impersonales) ¿irónico no?
Cuando le dije a Benjamín que nos habíamos
hecho novios, se alegró y me felicitó y me dijo que nos tenía un gran cariño
individual a los dos y con esta “sumatoria” más. Era como tener su bendición.
PD. la foto me la pasó Juan José Dalton.
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