Según estudios, la oxitocina, la llamada “hormona del amor”, la
misma sustancia que se produce en la relación madre-hijo, es la que se activa
en la interacción entre nosotros y nuestros amados peludos, especialmente con
el contacto visual. Muchos lo hemos experimentado.
Sombra y Hualabi fueron tus compañeras. Vos le sobreviviste a Sombra y
ahora Hualabi te sobrevive. Sobra estuvo con vos más de una década, no recuerdo
el dato exacto. En el vaivén de tu vida, te acompañó y soportó más que
cualquier pareja, fue fiel.
Una vez por curarla vos te intoxicaste y de no haber sido por el apoyo
de vecinos quizá no lo hubieses contado. Podías limitarte, pero a ella no le
faltaba nada. Yo no la conocí. Murió en Soyapango y no te dejaron sepultarla,
murió en tus brazos.
Hualabí fue un regalo y que aceptaste porque querías compañía para
Sombra. El resultado fue que por mucho tiempo ambas fueron terribles: comieron
zapatos, discos, cables.
Tu madre siempre contaba que te pedía deshacerte de Hualabi “mucho
chucho”, pero cada noche que entra en casa lleva las pechuguitas de “Don Pollo”
para consentirla; ella le llama “Huílaba” y no la pudiste dejar en mejores
manos. Ellas son ahora compañeras.
Hualabí es una chihuhua, para mí que tiene comportamiento de gato: me
ronronea y quiere que le hagan caricias mientras lo hace. Ella te amaba, pasaba
el día con vos y desde que llegué a tu vida se ponía en medio de ambos, si me
dabas un beso, ella pedía el suyo.
Cuando te llevaron al hospital, me contaron que ella iba entre tus
piernas y la tuvieron que separar, sin duda ella sabía que era la última vez.
Yo llegué a verla antes de tu entierro, estaba inquieta, traté de calmarla y a
casi dos meses de tu partida, allí va: con achaques, cuidando de tu madre.
El amor es amor. Estos dos seres de cuatro patas supieron dar y recibir.
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