Rousseau decía que lo que uno ama en la
infancia se queda en el corazón para siempre. A veces pienso que las horas en
las que nos sentábamos a fumar a oscuras en el patio de tu casa durante la madrugada eran momentos
de plena compañía. Me desconectaba del mundo para entrar en el tuyo y vos me
contabas por capítulos tu vida. Tu infancia, siempre me conmovió y allí entendí
tu dolor y tu carácter.
A veces, irremediablemente, comparábamos nuestras infancias y
pese a las grandes diferencias (yo no pasé dificultades familiares ni
económicas) algunas cosas nos asemejaban y era precisamente: como salir a flote
pese a la autoridad adulta. fuimos niños rebeldes con la claridad que eso conlleva.
Te admiro porque en tu lugar no sé qué
hubiese hecho ante el abandono de un padre, un hermano exigente y una madre que
buscó siempre tu bienestar, pero ausente por trabajo pues era jefa de familia (situación que no cambia
para miles de familias en este país).
Durante tu infancia tu hermano y madre si iban a trabajar, mientras te dejaban encerrado con llave solo pues no había quien cuidara de ti. Una señora vecina te enseño a escapar cada tarde a través de un hueco que tenían las casas de la colonia Guayacán en Soyapango y te dejaba jugar con los juguetes de sus hijos. Definitivamente, que un niño siempre encuentra las válvulas hacia la felicidad. Luego volvías antes que tu madre llegara y no se diera cuenta de tus aventuras.
Durante tu infancia tu hermano y madre si iban a trabajar, mientras te dejaban encerrado con llave solo pues no había quien cuidara de ti. Una señora vecina te enseño a escapar cada tarde a través de un hueco que tenían las casas de la colonia Guayacán en Soyapango y te dejaba jugar con los juguetes de sus hijos. Definitivamente, que un niño siempre encuentra las válvulas hacia la felicidad. Luego volvías antes que tu madre llegara y no se diera cuenta de tus aventuras.
El día que te enterramos llevé a tu madre a
su casa para un cambio de ropa y en ese tramo me regaló este juguete (ella lo
había tenido en su mano toda la noche) y me dijo, “le doy esto, fue de Tomás Antonio cuando era niño¨ .
Fue agridulce porque recordé que me contaste
que habías robado un juguete de LEGO porque jamás tuviste uno propio e imaginé
a un niño feliz.
Cuando decidimos estar juntos, una
de las primeras cosas que me hablaste fue la sensación de abandono de tu padre y de tu dura relación con él y vi el
dolor en tus ojos. Me preguntaba ¿cómo curar tu niñez? Por eso te conté la
historia de Beethoven y su sufrimiento por un padre abusador de poder y como
su dolor desembocó en esa pieza tan hermosa como la novena sinfonía, esa noche
terminamos en lágrimas, abrazos y mucho amor.
Cada día saludo al muñequito que está en mi
mesa de noche, sobrevive a la vorágine de movimientos de mis gatos, pienso que fuiste fuerte y valiente.
Te amo siempre.-
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