jueves, 6 de junio de 2019

12. Una planta.





En febrero me llevé un cactus a tu casa, pero antes de llegar accidentalmente lo destrocé y aunque lo puse en tu mesa no sobrevivió. En la pequeña maceta puse un rótulo en sustitución del cactus: "te amo". 

En marzo tuve la intención de hacerte un regalo: una planta. La compré y estaba por dártela cuando una amiga me la vio me dijo que era venenosa si sus hojas se comían en grandes cantidades. Pensé que no era conveniente llevártela por Hualabí (tu perrita), pues si algo le pasaba no me ibas a perdonar jamás. Para semana santa la olvidé en la oficina y al volver estaba muerta, seca y reducida a nada.

Me sentí mal porque lo que quería era darte un regalo de una vida, una compañía más y un aliento a sobrevivir juntos, su muerte me dio más desconcierto con esa intención original.

A finales de abril me percaté que la planta había renacido y para entonces, vos estabas muy mal. Comencé a cuidar esta planta como un simbolismo, vos decías que mala hierba nunca muere, y la verdad es que no sé cómo hacías, pero de cualquier hoyo en la vida salías.

Finalmente, me he quedado con ella y nunca llegué a dártela y cada día crece y se pone hermosa, le hablo de vos, aún está en una maceta, lo cual me parece un concepto errante. Creo que anhela la tierra. Tengo un destino para ella, quiero sembrarla cerca de tus huesos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

El disfraz de los impulsos

El pasado 19 de junio, por fin, tu deseo de ser publicado, leído se cumplió. Jorge Avalos, a solicitud de tu hermano editó tu trabajo y acá ...