Dicen que de los llantos de los cielos nacen flores en la tierra.
Yo llevo un diluvio y no soy un cielo. Solo soy un alma que te extraña y
que te escribe sabiendo que jamás vas a leer. Como soy sumamente reservada con
mi vida privada viví estos meses muy plenos y sin compartirle a casi nadie mi
felicidad con vos. Fue bueno, porque literalmente me reservaba el tiempo
ausente de todo, pero muy presente contigo.
El tema es que pocos saben de mi dolor y los que saben no se atreven a
preguntar como estoy. Sigo con la vida –te tomé la palabra cuando decías que no
ibas “afectar mi agenda”— y solo aprovecho de llorar en mi cama de noche al
dormir, al despertar a las 3 a.m. (hora en la que hablábamos), cuando me baño,
cuando manejo, cuando todos se van al medio día y escribo estos post. El record
fue llorar ida y vuelta a Honduras (viaje al que se supone me acompañarías).
Mi gata Chavela (le pusimos así por la Chave Vargas), es muy generosa.
Cuando me oye llorar se sube a mi pecho, siempre del lado del corazón y se lo
agradezco en el alma.
El otro día lloré mucho sobre tus huesos que hice una mezcla de ron con
lágrimas.
A veces es el dolor de la pérdida lo que me hace llorar, a veces recordar tu dolor
me saca lágrimas; en ocasiones es rabia y otras simplemente la tristeza.
P.D.
Vi una imagen sobre cuidarse de andar llorando en
la calle, de pronto te graban o hacen foto y te haces viral. He de reconocer
que al menos manejando eso me frena.
post 23 ¿Qué sentido tienen las despedidas?
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